El asado a $20.000 y los supermercados que no quieren soltar la rentabilidad

Mientras que en Buenos Aires un kilo de asado ronda los $10.000, en muchas ciudades de la Patagonia ese mismo corte ya supera los $20.000. La diferencia no solo es significativa, sino que deja en evidencia un problema estructural: la formación de precios en la región y el rol de los grandes supermercados, que parecen no estar dispuestos a resignar sus márgenes de ganancia.
La posibilidad de importar carne desde Brasil ha comenzado a circular como una alternativa para bajar los precios en provincias como Chubut, Santa Cruz, Río Negro, Neuquén y Tierra del Fuego. Según medios porteños con acceso a fuentes empresariales y gubernamentales, esta medida se encuentra aún en evaluación. Pero el solo hecho de que esté sobre la mesa ya genera debate.
Desde hace semanas, los consumidores patagónicos pagan hasta el doble por un corte de carne en comparación con lo que cuesta en Buenos Aires o Córdoba. Aunque se pueden mencionar algunos factores que explican esta diferencia —como el costo del transporte, los salarios regionales más elevados y las dificultades logísticas—, hay algo que no cierra: ¿cómo se justifica una brecha de hasta el 100%?
En general, la carne que se vende en la Patagonia proviene de la pampa húmeda, donde el costo de producción es considerablemente más bajo. Sin embargo, los supermercados de grandes cadenas ofrecen los precios más elevados, incluso por encima de muchas carnicerías barriales o distribuidoras que venden al por mayor y todavía mantienen valores más accesibles, en torno a los $15.000 el kilo.
¿Quién define el precio real de la carne?
En este contexto, surge una pregunta inevitable: ¿quién pone realmente el precio? Los grandes supermercados tienen una posición dominante en el mercado, y muchos especialistas sostienen que hay una resistencia clara a resignar rentabilidad. Esa ganancia, explican, es parte del “costo de oportunidad”: si hay alguien dispuesto a pagar el precio actual, no hay incentivos para bajarlo.
Lo mismo puede verse a la inversa. Cuando la demanda se retrae, los precios tienden a ajustarse a la baja, como sucedió en algunos momentos del año pasado. Pero en este momento, con una menor oferta de hacienda y un proceso de recomposición de precios tras meses de retraso frente a la inflación, la carne volvió a subir.
¿Carne brasileña a $10.000?
La idea de importar carne desde Brasil plantea un escenario interesante. En teoría, podría venderse en la Patagonia a valores similares a los del centro del país: alrededor de $10.000 por kilo. Pero eso implica asumir ciertas diferencias en el producto. No toda la carne brasileña proviene de razas vacunas similares a las argentinas. En muchos casos, es carne de cebú, más fibrosa y menos tierna.
El debate entonces se amplía: ¿estamos dispuestos a cambiar el paladar con tal de pagar menos? ¿O sería más razonable discutir las políticas de precios en el mercado local, especialmente en regiones donde hay menos competencia y más concentración?
Tal vez, antes que acostumbrarnos a una carne más dura, sería mejor que se ablanden un poco los márgenes de ganancia de quienes hoy controlan los precios.