El cinismo de la protesta: los que hoy marchan guardaron silencio ante los abusos de su propio espacio político

 El cinismo de la protesta: los que hoy marchan guardaron silencio ante los abusos de su propio espacio político

En un nuevo intento de desestabilización política, sectores opositores al gobierno democrático de Javier Milei han convocado la denominada «Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista»

Bajo un título que apela a conceptos históricamente cargados de significado, la manifestación no solo distorsiona el sentido real de términos como «fascismo» y «racismo», sino que además busca deslegitimar a un gobierno elegido por el voto popular, representando un ataque directo contra la democracia argentina.

La manipulación del lenguaje como herramienta política

Las palabras importan. En el actual contexto político, el uso indiscriminado de términos como «fascismo» y «racismo» con fines propagandísticos no es casual, sino parte de una estrategia para instalar una falsa narrativa de opresión en un país que goza de plena libertad de expresión y donde las instituciones democráticas funcionan con normalidad.

Es importante recordar que el fascismo, como movimiento político, se caracteriza por el totalitarismo, la censura y la persecución de opositores. Elementos que, objetivamente, no tienen ninguna relación con la actual administración de Milei. En Argentina, no se cierran medios de comunicación ni se persigue a ciudadanos por sus ideas políticas. Por el contrario, el gobierno ha sostenido firmemente la importancia de la soberanía nacional, el respeto a la propiedad privada y la libre circulación de ideas dentro del marco legal.

De la misma manera, el uso del término «racismo» en este contexto resulta falaz. Argentina es una nación que históricamente ha recibido a inmigrantes de todos los orígenes y ha construido su identidad sobre la diversidad. Lo que el gobierno ha propuesto en materia migratoria no es discriminación, sino la aplicación de un principio básico de reciprocidad: garantizar que quienes residen en el país contribuyan de manera equitativa al sostenimiento del sistema en lugar de beneficiarse gratuitamente del esfuerzo de quienes producen y pagan impuestos.

Una marcha que busca socavar la voluntad popular

No es la primera vez que estos sectores intentan disfrazar su accionar bajo la bandera de causas que apelan a la sensibilidad social. Sin embargo, detrás de la fachada de una manifestación en defensa de los derechos individuales, se esconde un claro intento de debilitar un gobierno legítimamente constituido.

Los argentinos se han expresado en las urnas, y el respeto por la democracia implica aceptar los resultados, aun cuando no se compartan. Convocar a una marcha con consignas tergiversadas y con una clara intención de confrontación es, en el fondo, un acto que roza el golpismo.

Doble moral: silencio culpable ante casos de abuso

Resulta llamativo que quienes convocan esta marcha, utilizando la retórica de los derechos humanos y la justicia social, guarden silencio ante graves casos de violencia y abuso ocurridos en el país.

Uno de los ejemplos más notorios es el del ex presidente Alberto Fernández, quien en su momento fue presentado como un «líder feminista» por sectores de la misma oposición que hoy convoca la marcha. Sin embargo, poco se habló del episodio de violencia en el que golpeó brutalmente a su ex pareja embarazada, un hecho que fue minimizado e incluso ignorado por muchos de los mismos que hoy dicen defender los derechos de los sectores vulnerables.

Esta actitud evidencia una doble moral alarmante. No se trata de una genuina preocupación por la justicia o la equidad, sino de una estrategia política selectiva y oportunista.

Es momento de defender los valores democráticos y rechazar cualquier intento de desestabilización disfrazado de lucha por derechos que en Argentina están plenamente garantizados. La verdadera resistencia no radica en la imposición de discursos falaces, sino en la defensa de la voluntad popular y del orden constitucional.

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