El Colo Wolkowyski sigue jugando a los 51 años con su hijo y palpita el reencuentro de la Generación Dorada

 El Colo Wolkowyski sigue jugando a los 51 años con su hijo y palpita el reencuentro de la Generación Dorada

En un mano a mano, cuenta su vida en Málaga, por qué decidió volver para cumplir el sueño de compartir cancha con Tomás y sus sensaciones pensando en la esperada fiesta del 2 de noviembre en Parque Roca

“Estamos todos muy emocionados, tachando los días, como cuando nos faltaba poco para empezar a prepararnos para un torneo con la Selección. Es la misma sensación, algo muy especial…”. Desde Málaga, España, donde se afincó hace cuatro años con su familia, Rubén Wolkowyski hace un alto en su agitado día laboral y deportivo para contar cómo vive estos días hasta el ansiado reencuentro con sus “hermanos de camiseta”. Los ya míticos campeones olímpicos tendrán su ansiada celebración con el público, el 2 de noviembre, en el estadio de Parque Roca, 20 años después de la mayor gesta de la historia del deporte, aquella medalla dorada en Atenas 2004. La locura que generó este momento, entre los protagonistas y la gente, hace que la ansiedad sea mayor. “Nunca pensamos que se iba a generar semejante boom. Cuando nos dijeron que las entradas (15.000) se habían agotado en dos días no lo podíamos creer. No vemos la hora de vivir esa noche tan especial”, cuenta

«Estamos todos muy emocionados, contando los días, al igual que cuando estábamos a punto de prepararnos para un torneo con la Selección. Es la misma sensación, algo muy especial…» Desde Málaga, España, donde se ha asentado hace cuatro años con su familia, Rubén Wolkowyski se toma un descanso de su ajetreada jornada laboral y deportiva para compartir cómo vive estos días previos a la tan esperada reunión con sus «hermanos de camiseta.» Los legendarios campeones olímpicos estarán celebrando con el público el 2 de noviembre en el Estadio Parque Roca, 20 años después de uno de los mayores logros en la historia del deporte, esa medalla dorada en Atenas 2004. La emoción generada por este momento, entre los protagonistas y los aficionados, hace que la anticipación sea aún mayor. «Nunca pensamos que se crearía tal alboroto. Cuando nos dijeron que las entradas (15,000) se habían agotado en dos días, no podíamos creerlo. Estamos ansiosos por vivir esa noche tan especial,» relata.

El Colo deja huella. Incluso hoy. Desde la distancia, con las imágenes recibidas, nada parece sugerir que tiene 51 años. Algo similar ocurre con casi todos los miembros de la Generación Dorada, que en su mayoría siguen entrenando e incluso jugando, ya sea baloncesto o algún otro deporte descubierto después de la jubilación. Y no es casualidad… hay una razón por la cual fueron quienes fueron.

El oriundo del Chaco, por ejemplo, un gigante de 2.08 metros y 127 kilos, continúa con su rutina de gimnasio y hasta volvió a las canchas hace unos meses, en este caso para cumplir el sueño de jugar junto a su hijo, Tomás, un ala-pívot de 24 años y 1.99 metros, quien le pidió personalmente que fuera cuando un pívot del equipo principal del club Salliver en Fuengirola se lesionó, y el entrenador pensó en invitar a nada menos que a un campeón olímpico.

Su familia lo ayudó a convencerlo, y ahora, desde hace algunos meses, ambos son parte de este equipo que compite en la Primera Nacional, la quinta división en España. «Regresé a jugar precisamente para disfrutar de compartir una cancha con mi hijo. No tiene precio. Además, me gusta estar entrenado, en forma, y jugar si puedo. Me divierto,» explica en una charla con Infobae.

El Colo, junto a su esposa Mariana, Tommy, y Florencia, jugadora de voleibol en la Universidad de Charlotte, se mudaron a Málaga en 2019, antes de la pandemia, un momento que fue duro para él porque contrajo coronavirus. «Tuve miedo. Mucho. Como nunca antes. Lo que pasé fue un antes y un después en mi vida,» asegura.

Hoy, la realidad es diferente, asentado en la hermosa Costa Azul. «Vine por la calidad de vida y para apoyar a mis hijos en sus carreras deportivas. Ellos llegaron primero, y nosotros los seguimos. Y nos va muy bien, no pensamos en regresar al país a menos que en algún momento Argentina se convierta en el lugar que todos soñamos,» reflexiona.

Wolkowyski ahora se dedica a lo que mejor sabe, el baloncesto. Tiene una academia en el club de Marbella y es el director deportivo en la escuela más grande de la ciudad, donde trabaja con un amigo de toda la vida, otro jugador de baloncesto como Claudio Farabello. «Ya tenemos casi todas las categorías listas para jugar de manera federada,» informa.

Pero, por supuesto, la conversación vuelve inevitablemente al encuentro del 2 de noviembre. «La idea de reunirnos ha estado rondando durante años, para revivir y recordar los momentos increíbles que compartimos juntos. Y también porque nos extrañamos. Hemos tenido algunas reuniones, pero nunca los 12 (olímpicos) como ahora. Hace un año y medio, buscábamos la manera de hacerlo realidad, y justo entonces Ale Cassettai (nota del ed.: líder histórico del grupo) nos trajo esta idea, con una empresa que podría encargarse de ello. Pero, honestamente, nunca pensamos que generaría tal boom, el que ha generado, así que queremos agradecer el apoyo de la gente… Estamos muy contentos y emocionados por todo lo que está sucediendo,» dice.

El Colo explica cómo ha estado reaccionando el grupo desde que se conoció la noticia. «Yo y todos nos sorprendimos por lo que se ha generado. Realmente dudamos que se llenara el estadio, y cuando nos dijeron que se había agotado en dos días, no podíamos creerlo. Es increíble la conexión que existe con la gente, a pesar del paso de tantos años,» revela.

Cada día, no puede evitar pensar en la reunión. Simultáneamente, se imagina cómo será esa noche. «Trato de visualizar el estadio, la gente, la recepción… Será algo muy hermoso, emocional. Seguramente derramaremos algunas lágrimas; a medida que uno envejece, se vuelve más emocional,» admite.

-¿Será el juego tan competitivo como esos entrenamientos que se hicieron famosos por lo duros que eran?

-¡No! No tanto. Será un juego bonito; muchos de nosotros estamos en forma, pero la idea no es que sea competitivo. Nuestros hijos estarán ahí, muchos invitados, y también habrá un espectáculo, para divertirnos nosotros y a la gente, y permitirles disfrutar con nosotros. Será más una celebración con nosotros y los aficionados que una competencia.

Desde allí, el grupo se dirigirá a Mendoza para pasar cinco días a solas, como «otro viaje de graduación para seguir disfrutando de esta hermandad que tenemos.» Porque 20 años no son nada.

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